Un estudio profundiza en las secuelas físicas y psíquicas de las víctimas de fraudes financieros
Nuevos síntomas y trastornos, así como el recrudecimiento de problemas de salud ya existentes, y un aumento del consumo de fármacos y de la utilización de los servicios de salud. Estas son algunas de las secuelas que manifiestan las personas afectadas por un fraude financiero, según un estudio que acaba de publicar en la revista GACETA SANITARIA un equipo del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC y del Instituto de Salud Carlos III, entre otras instituciones, y que ha entrevistado en profundidad a 32 víctimas de hipotecas abusivas y multidivisa, participaciones preferentes o permutas financieras (swaps). El estudio ha contado con la financiación de la Fundación FINSALUD.
Un estudio complementario con datos de la Encuesta Nacional de Salud de Madrid de 2017 ya demuestra que los fraudes aumentan un 62% la probabilidad de padecer problemas de salud mental que requieren atención y que afectan a la calidad de vida de las personas perjudicadas a la vez que aumenta el impacto en la economía familiar. Sin embargo, son pocas las investigaciones que se detienen a analizar las consecuencias de los fraudes financieros en la salud y en el entorno familiar y social de las víctimas.
En el estudio publicado en GACETA SANITARIA, más de la mitad de las personas afectadas mencionan efectos generales en la percepción de la salud y manifiestan afecciones en varios órganos. Son frecuentes las alteraciones del sueño y los dolores de cabeza permanentes que modifican sus hábitos, forma de vida y estado de ánimo, ahondan su cansancio y les obligan a la multimedicación. Otras personas refieren dolencias mucho más focalizadas, como dolores de espalda o musculares (fibromialgia), condicionantes de la forma de vida (hipertensión crónica o úlceras), que aunque existían antes del fraude han empeorado tras este.
Aunque por el volumen de la muestra no es posible establecer un patrón según tipo de fraude, edad, sexo o nivel educativo, el fraude actúa en muchos casos como mecanismo iniciador de determinados síntomas o trastornos, o como disparador de otros latentes. También son frecuentes los discursos de las personas afectadas que reconocen efectos en la salud de familiares, que generan comportamientos adictivos en el consumo de fármacos, y dan lugar a operaciones quirúrgicas y cambios en el modo de vida, e incluso a la modificación de las pautas sociales. “Mi salud física me la reventó. Yo nunca había tomado pastillas para dormir y empecé a tomarlas, lo cual, al final, termina creando dependencia”, afirma un hombre de 54 años víctima de una permuta financiera.
Muy evidentes son los efectos sobre la salud mental. Casi la mitad de las personas entrevistadas describen haber sufrido afecciones mentales, como estrés y problemas emocionales (angustias, alteraciones nerviosas, ansiedad), que afectan a su funcionamiento general, así como otras situaciones que suponen un trastorno (descontrol de la vida, desequilibrios emocionales y crisis personales). Afecciones que pueden convertirse en patologías graves, como la depresión (en el 30% de los casos), que tarda en aparecer y requiere tiempo de curación en el domicilio o en clínicas psiquiátricas.
Esta secuencia de problemas de salud suele terminar en el consumo de fármacos psicotrópicos (ansiolíticos, sedantes, somníferos, antidepresivos, analgésicos), en la aparición de otras patologías, reales o ficticias, y en un aumento de servicios médicos ante el agravamiento de la situación personal con el tiempo. “A mí me diagnosticaron depresión pero después de recibir varios toques de atención en mi trabajo, decidí luchar porque sin mi trabajo yo no puedo hacer frente a esto”, reconoce una madre de 36 años que contrató una hipoteca multidivisa.
Seis de cada diez personas entrevistadas refieren no tener experiencia previa con el banco, sino que estaban condicionados por la venta atractiva de productos, especialmente hipotecas, y llevados por agentes comerciales persuasivos, ofertas sugerentes o vínculos familiares y de amistad. Más de seis de cada diez afirman haberse enterado del fraude después de 5 años, al descubrir los perjuicios que generaba el producto, cuando su funcionamiento no era el prometido o firmado. A ese descubrimiento también contribuyen los medios de comunicación y las asociaciones de afectados, a quienes las personas perjudicadas recurren cuando la sospecha de fraude está fundamentada.
“Los resultados de este trabajo cualitativo, en línea con otras investigaciones, reclaman políticas públicas que reduzcan los efectos de los fraudes financieros en las personas, actuando sobre los factores que los producen, como el control sobre las actuaciones fraudulentas del sistema financiero o la educación financiera. También es importante reforzar los servicios sanitarios y sociales y aplicar la normativa adecuada para mitigar los efectos sobre la salud de las personas afectadas”, concluyen los autores.
Referencia bibliográfica
Vicente Rodríguez-Rodríguez et al. Fraudes financieros, salud y calidad de vida: un estudio cualitativo. Gac Sanit. 2020. Disponible en:
https://gacetasanitaria.org/es-fraudes-financieros-salud-calidad-vida-avance-S0213911119302742?referer=buscador
Tags: notas de prensa
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